Entre hologramas y las videoconferencias que buscan su lugar en la era híbrida.


Imagen de recurso de una mujer teletrabajando gracias a herramientas de videoconferencia.
Tenemos que remontarnos hasta 1927 para encontrarnos la primera videollamada de la historia: una casi prehistórica comunicación entre dos laboratorios de AT&T de Washington D.C. y Nueva York, con el entonces secretario de Comercio de Estados Unidos -Herbert Hoover- como protagonista.
No sería hasta 1964 cuando se lanzara al mercado el primer dispositivo pensado para vernos mientras hablamos, el Picturephone, también de AT&T, que más allá de la disrupción que supuso no tuvo éxito comercial alguno. Su elevado coste, como suele suceder al comienzo de cualquier revolución tecnológica, fue la principal causa de este sonoro fracaso.
La popularización de las videollamadas, de hecho, no llegó hasta principios de los 2000, con la entrada en escena de las primigenias redes sociales y apps de mensajería instantánea (como MSN Messenger) y de startups como Skype, nacida en 2003. Desde entonces, la adopción de estas tecnologías ha sido progresiva, lineal… hasta 2020.
La causa es pública y notoria: la pandemia impidió muchas de las relaciones personales y laborales que dábamos por hecho en ese contacto cara a cara, sustituyendo las oficinas por espacios de trabajo remotos y las charlas en torno a la máquina de café por planificadas llamadas de equipo. Una realidad que aupó a una total desconocida como Zoom al Olimpo de la tecnología y que ha consolidado un mercado milmillonario en torno a las comunicaciones digitales, una casi ‘commodity’.
Los datos constatan esta realidad: el negocio mundial asociado a las videoconferencias ascendió a 5.770 millones de dólares en 2020, un 8,1% más que el crecimiento medio que este segmento ha experimentado entre 2017 y 2019. Y lo que es más importante: según estas cifras, de la firma de análisis Fortune Business Insights, la industria de las videoconferencias no hará sino crecer a tasas incluso mayores en los próximos cursos. Concretamente, hablamos de un incremento anual del 10,9% hasta 2028, cuando se estima que este mercado mueva nada menos que 12.990 millones de dólares.
Pero, ¿cómo es posible que cada vez se dispare más el mercado de las videoconferencias cuando la vuelta a la presencialidad está imperando en los últimos meses? ¿Cuál es el futuro de estas herramientas conforme volvamos a los viejos hábitos de las oficinas y el trabajo remoto quede como una opción y no un imperativo? ¿Cómo articular el futuro de las reuniones virtuales para un futuro que se prevé híbrido?
Ahí es donde se juega el partido en estos momentos. Y existen tres principales porterías en las que los grandes actores buscan marcar gol.
La primera de ellas es la integración con servicios de terceros. A fin de cuentas, una aplicación de videoconferencia no tiene demasiado recorrido por sí misma, como una llamada de teléfono: no tiene valor añadido intrínseco. Por eso, los grandes nombres del sector (Zoom, Google, Microsoft, Cisco…) están buscando cómo envolver sus aplicaciones de servicios que ofrezcan experiencias más completas a los usuarios.
En los últimos meses, hemos visto acuerdos como los cerrados por Kahoot!, la popular aplicación noruega de trivial y encuestas, con Zoom. O también la integración de Socio Labs y Slido en Cisco Webex para mejorar la participación y atención de los asistentes a webinars y eventos online. En la misma línea, Microsoft Teams se ha ido rodeando de un completo ecosistema de apps de terceros que, sobre su motor de videoconferencia, aspiran a una propuesta más rica de uso.
Solo Google Meet se mantiene más alejada de esta tendencia, con una apuesta clara por la sencillez que aleja cualquier complejidad añadida por mucho valor que le pueda aportar.
Otro de los factores clave sobre los que se consolidará el uso de tecnologías de videoconferencia será el perfeccionamiento de la técnica. Esto es, conseguir reuniones virtuales que no sean tan robóticas, tan estáticas y tan poco naturales como las que hemos estado viviendo hasta ahora.
En otras palabras, lo que se busca es romper con las barreras que impone el medio digital frente al mundo físico. E, incluso, aprovechar la tecnología para solventar otros impedimentos a la comunicación hasta ahora insalvables incluso en la vida real.
Aquí es donde nos encontramos con innovaciones como las soluciones de mejora del audio y cancelación del ruido de fondo (presentes ya en todas las apps destacadas del mercado), de mejora automatizada de la imagen o de la transcripción y traducción simultánea de la conversación. También hay novedades en la forma de presentar a los participantes en una reunión, desde las salas ‘tipo auditorio’ que impulsa Microsoft Teams para recrear el ambiente de un aula hasta la recién anunciada tecnología de Cisco para mostrar de manera individual a cada persona presente en una sala de reuniones física.
De esta forma, asegura Michel Rodríguez, director de Colaboración en Cisco España, se consigue que todos los participantes en la reunión virtual gocen de la misma presencia y se visualicen de forma igualitaria, favoreciendo conversaciones y encuentros más inclusivos.
Y hablando de reuniones virtuales cada vez más realistas, llegamos al punto de penalti donde todo se decide: el ya mentado metaverso y los encuentros con hologramas.
Facebook rompió el mercado, anunciando su propuesta de reuniones en el metaverso a través de las gafas de realidad virtual Oculus. Como ya probamos en D+I, con el propio Mark Zuckerberg como maestro de ceremonias, Facebook Workrooms no solo coloca a distintos avatares en una misma sala virtual, sino que dichos avatares responden al movimiento de nuestras manos, pueden interactuar con objetos del mundo físico (como nuestro propio PC, mediante un escritorio virtual que se materializa mágicamente sobre la mesa virtual), hablar con personas conectadas por videoconferencia tradicional o usar pizarras y presentaciones.
Sumen a la ecuación un sonido bidireccional y que usa trucos de reverberación para que ubiquemos fácilmente a la persona que nos habla y verán las exigencias tan extremas que la aplicación impone tanto en audio, imagen, red y computación.
Ahora otros fabricantes se suman, no tanto a ese metaverso, pero sí a comunicaciones en las que los hologramas pueden ayudar a hacer indistinguible la frontera entre realidad y virtualidad.
En el caso, nuevamente, de Cisco, la firma norteamericana ha dado a conocer Webex Hologram. En fase previa (con clientes como McLaren, aunque pronto podría entrar un gigante de la moda española en este programa) combina los hologramas 3D fotorrealistas con la funcionalidad de reuniones de Webex, utilizando auriculares de realidad aumentada y aportando una verdadera sensación de copresencia. El presentador puede compartir tanto contenido físico como digital (por ejemplo, piezas físicas de un vehículo o imágenes digitales de la pieza). Si el futuro pasa por la adopción de estas tecnologías es algo que solo el tiempo (y las políticas de empresa) podrán decirnos.

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